Granada
Era otoño.
Horas antes de aquel veintiséis de octubre del año 2001, cuando, veintiséis años y tres meses después de haberse conocido en un château de la Loire, situado en el pueblo de Pressigny les Pins, y en París, con poco más de quince, se volvieron a encontrar por iniciativa de ella en la granadina plaza del Campillo, en la casa que en sus días albergó el antiguo café Alameda, lugar de reunión entre 1915 y 1929 de la tertulia literaria del Rinconcillo, la que frecuentó Federico García Lorca; horas antes de aquel día los dos ignoraban que no habrían de resultar ciertos los tempranos versos del poeta:
Ni tú ni yo estamos
en disposición
de encontrarnos.
Sí; después de tan largo tiempo de silencio, con sólo sus elocuentes miradas, al instante supieron que ellos sí estaban en disposición de encontrarse, de reencontrar su pasado; la despedida, las cartas: las ilusiones, lo cotidiano, los temores, las confidencias; las cartas: los sueños, los miedos, la distancia, las alegrías, el encuentro frustrado; las cartas, su espera, los silencios, su luz, el olvido.