"Me alegro de verle por estos lares, Padre Tapia, porque fui uno de sus alumnos de griego en aquel curso de 1974-1975.
¡Excelente aprendizaje e inigualable docencia! Ya en mi presentación en la página de Olmo dejé entrever algo sobre esa época, donde le cito. Me llamo José Miguel Castel Sanjuán, oscense, de la localidad de Albalate de Cinca, lugar de nacimiento del universal tenor, Miguel Fleta.
Si algo aprendí en esos tres años de mi periplo personal por la Uni fue el valor del compañerismo y la amistad, el respeto por los superiores, la obligación de cumplir con el deber que tiene uno encomendado, que en mi caso era estudiar para poder adquirir una formación que me valiera para poder encarar el futuro en todos los ámbitos y sobre todo la perseverancia en la labor.
Mis padres, labradores humildes, no hubieran podido jamás costear la formación que en aquel día de octubre se me abrió de par en par cuando mi madre y yo desembarcamos, todavía en un sueño, en mi querida UNI.
Había comenzado el curso. De hecho, yo ya había iniciado las clases de 5º ciencias en el instituto de Monzón, cercano a mi pueblo, cuna de grandes deportistas, por si a alguien le suena el lugar, cuando un buen día, Don Guillermo, el cartero, armó la marimorena anunciando el correo que mis padres esperaban desde hacía días, en la que les comunicaban que me había sido concedida una beca para cursar 5º curso de letras en la U.L. de Córdoba.
...y por fin la fachada del paraninfo, tras descender del taxi. La visión del conjunto en ese momento casi me ahoga.
¿Dónde está ese lugar?, fue la primera pregunta tras el alborozo. A partir de ahí, mi primera maleta, ropa nueva, mi madre cosiendo a toda prisa y en toda ella el nº 1560, autobuses, Zaragoza, Madrid-Chamartín, Madrid-Atocha, (¡cuánto meneo para tan pocos años!) y por fin la fachada del paraninfo, tras descender del taxi. La visión del conjunto en ese momento casi me ahoga. Mi madre, mi compañera de viaje, apenas tuvo tiempo de saborear el lugar porque el tren de vuelta para casa no esperaba por nadie.
Dos imágenes tengo grabadas de ese día y el siguiente. La primera fue atravesar el estudio de la planta baja del colegio San Rafael, con todos mis futuros compañeros preguntándose quién podía ser aquel rubiales, pequeñajo y delgaducho que con un mes de retraso se incorporaba al curso , interrumpiéndoles en la sagrada tarea de estudiar, vete tú a saber qué, pensaba yo, en aquel ambiente, masificado, de silencio y concentración .
La segunda imagen, imborrable, fue verle entrar a usted al día siguiente en la clase. Todos de pie, silencio absoluto, el Ave María en griego y usted que se dirige a la clase en general para anunciar a los tres nuevos, Jesús Visiedo García, Ismael Sancho Ramos (ambos de Zaragoza, donde residen actualmente, con quienes mantengo una buena amistad) y un servidor que "el tren" hacía días que había iniciado su ruta, que nadie de los de allí tenía culpa de nuestro retraso, que no iba a aflojar su andar y que no nos quedaba más remedio que subirnos en marcha. Para acabarla de arreglar, además anunció la fecha de un examen en la materia.
¡Virgen del Pilar!, la que se me espera, pensé cuando hubo acabado la clase. Ese examen fue un desastre total, así que me puse en manos de un compañero, Juan Villar Caño, con el que igualmente sigo manteniendo un estrecho contacto en la actualidad, a fin de que me diera un empujón y poder asirme a algún vagón. Y se consiguió la proeza. Mis notas en la materia fueron mejorando con el tiempo para así llegar a otro gran recuerdo en el que usted y yo andamos mezclados, como fue el examen final.
Usted había programado que sería parte oral y parte escrito, pero de pie, en la pizarra. ¡Dichosos policlínicos! Comenzarían un trece y martes y solicitaría voluntarios para subir al estrado. Llegada la fecha, así lo hizo, pero nadie se movía, no sé si por ser el día que era, por esperar a que otros fueran los primeros y así comprobar cómo se iba a desarrollar el ejercicio o por dar alguna jornada más de tiempo para preparar la materia. Y yo, que siempre en el tema de las supersticiones me ha dado lo mismo dos que veintidós, que tenía bien domados los verbos, así como todo lo demás y que deseaba descansar los codos de una vez, levanté la mano y fui el primero en comparecer. Fue un examen redondo que usted calificó con un diez. ¡El tren había llegado a su destino conmigo dentro y excelentemente aposentado!
Luego los compañeros se animaron, la nota se repitió en muchos de ellos y todos demostramos en general haber aprovechado bien el billete que nos habían ofrecido meses atrás, cuando comenzó la singladura.
Han pasado estos años, pero los recuerdos citados jamás me han abandonado.
Tengo que darle gracias, como a todos mis profesores de entonces, porque si de algo me empapé fue de la certeza de que, para llegar a conseguir algo, la constancia es fundamental. Y usted fue uno de los que me inculcaron tal valor.
No llegué posteriormente a acabar la carrera en la Universidad de Zaragoza, pues me enrolé en la Armada, en la que permanecí muchos años. A lo largo de los mismos tuve la ocasión y el honor de tener a mis órdenes, a mi nivel, una legión de chavales, a los que siempre traté de transmitir todos aquellos valores de los que había bebido en la Laboral.
Actualmente estoy de vueltas en la vida civil, resido con mi mujer y mis dos hijos en la ciudad de Huesca, donde igualmente trabajo. Llevo una vida sencilla y tranquila, siendo la educación de mis zagales la única marejada capaz de turbarme.
Mi triunfo personal no ha sido ser un gran profesional en la enseñanza, en la investigación u otros campos; pero sí que lo ha sido el haber podido mantener vivos los valores recibidos en aquellos tres inolvidables e irrepetibles años y de haberlos podido transmitir a otros. De todas maneras, al igual que la mayoría de esos compañeros y amigos y como siempre he pregonado, puedo decir con toda satisfacción que siempre he alcanzado aquello que me he propuesto y ese ha sido mi mejor logro.
Podrá observar en las fotos que he aportado a la página de Olmo que conservo todavía los libros de griego y eso dice mucho.
Reitero mi muy cordial saludo para usted y para toda la familia laboral".