Solo tengo un recuerdo nítido tuyo, Antonio, -me parece recordar que ya te lo escribí- y es precisamente de este curso que describes, cuando viniste a mi habitación a buscar a Nacho Balaguer. Allí, bajo el marco de la puerta de entrada, te paraste con rostro afligido, apesadumbrado.

Yo no me había acordado de ti en todos estos años atrás hasta que vi tu foto y tu carné de laboral y en ese momento vino al abordaje aquella imagen tuya bajo la puerta, imagen que denotaba un cierto "esplín romántico" y que nada tiene que ver con esa serenidad que parece que reluce hoy en tu medio siglo de historia. ¡Mira por dónde, tres decenios y pico después, todo se aclara, todo se pone en su lugar: muy probablemente tu imagen bajo la puerta se corresponde con ese estado de ánimo que describes, donde un bajón de serotonina -como diría el médico que escribe por estos lares- acompañaba a aquellas cuitas tuyas, sinsabores y contrariedades que afortunadamente no fueron "les fleurs du mal" sino un intrincado "melonar"!