Paniagua querido compañero, laboral, conlaboral (tan acertada considero esta expresión de Antonio Bravo que la agrego a mi vocabulario porque la siento y la entiendo como propia), en definitiva compañero de recuerdos y de vida.
Te quiero felicitar por este escrito, por la transparencia y la claridad de tu recuerdo que, siendo tan tuyo, también es el nuestro, porque esos recuerdos son como una espiral de vida y de tiempo que partiendo de ti se elevan como un ciclón, nos atrapan y nos arrastran para meternos dentro y hacernos recordar que estamos dentro, porque también fuimos eso.
Por eso, subscribo cada una de las letras, sílabas, frases, oraciones, signos gramaticales, espacios, puntos aparte, seguidos y suspensivos, de tu escrito… Me veo en él y veo lo que he vivido y sentido en ello.
También me quedo, porque me ha emocionado y por lo que tiene de presente y de futuro para mí, con la imagen de tu padre con ese terno laboral, tan tuyo y tan nuestro, su pitillo impenitente, esa cara alta y despejada con una especie de sonrisa prudente y suficiente para mostrarse orgulloso, bajo la custodia imponente del brazo de su hijo, tu hermano. Querido Paniagua, a ti no se te ve en esa foto, pareces no estar, pero si estás en ella porque viéndola se ve que tu padre pensaba en ti y que, sin duda, posaba para ti cuando se la hizo.
He guardado esa foto de tu padre, con el nombre “Padre de Paniagua”, en mi álbum familiar junto a la foto del mío. Yo no tuve la suerte de encontrarme con él, si esto hubiese ocurrido estoy seguro que me hubiera dicho lo mismo que te dijo el mío cuando te encontraste él en la cantina de tu pueblo. Es más, si viviese, no me importaría ir mañana mismo a darle un abrazo y preguntárselo.
Paniagua, ¡Nos ha "tocao" una beca! contigo, eh, gracias por compartir esa lucidez y esa memoria con nosotros. Amigo, te imagino como un protegido de una deidad, desconocida para los demás, que fuera la protectora de los pájaros de luz de la memoria, que te los envía solo a ti y que los hace llegar en auténticas bandadas a tu cabeza, para que vayan depositando en tu cerebro esos recuerdos luminosos que después compartes con nosotros y en los que nos reconocemos porque también son los nuestros y porque sabemos que estamos dentro de esa historia y ese tiempo. Un abrazo laboral, conlaboral, y de amigo, que tanto monta.