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EL RECIBO DE LA LUZ SUBIRÁ MÁS DE UN 11% EN ENERO |
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Antonio Bravo Céliz obsequia la familia laboral con este relato titulado:
El foso del huérfano
Ha pasado el tiempo, el necesario para verme aquí, donde todos nos movemos lentamente al desamor, resignados a nuestro final, mientras se ocupan de nosotros extraños y extrañas jóvenes, gentes uniformadas y circunspectas, para quienes solo somos trabajo. Y es en estas circunstancias o, tal vez por eso, porque son, precisamente, estas circunstancias y no otras, que recuerdo a Liberto Expósito.
El pasado es un azaroso encuentro que debe dejarse correr, pues nuestra demora –por breve que sea esta dilación - nos convertirá penosamente en su amarga carnaza. Con más frecuencia de la que imaginamos, la memoria es un justo olvido. Fuimos jóvenes y en aquel tiempo la mera posibilidad de las cosas adquiría, a veces, rango de certeza.
Liberto apareció en mi vida una tarde de primavera adelantada. Lo vi, por primera vez, sentado en su portal cuando yo me asomaba al mío con mi merienda, un trozo de pan con aceite y sal. Liberto tenía una piel demacrada, como si padeciera del hígado y un mirar esquivo y lejano en sus ojos gruesos y prominentes como dos huevos duros.
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