Actualizada el Viernes, 28 Agosto, 2015 10:26
   
CARTA

Nueva Esperanza, 26 agosto 2015 - 9 h

Queridas amigas y amigos: desde este lugar donde les escribo acabo de oír por los altavoces de la comunidad vecina, Ciudad Romero, que llaman a la misa de cuerpo presente que se realizará en la iglesia de su comunidad. Los “cuerpos presentes” son de una muchacha que iba a cumplir 15 años este mismo fin de semana y estaba preparando su fiesta y el de su novio de 17 años. Los dos matados este sábado y, según parece, miembros de una de las dos maras o pandillas existentes en El Salvador.

Unos 15 kilómetros más abajo, hacia el sur y la costa cercana, en la comunidad San Juan del Gozo, fueron finiquitados también de forma violenta por disparos cuatro jóvenes más este mismo sábado, parece que por la misma razón. Y en el municipio al que pertenecemos, Jiquilisco, ha habido este fin de semana al menos once muertes de la misma manera.

No sé si este es el mejor comienzo para una carta amigable, pero es la realidad en que nos movemos. El sábado en la mañana pensaba escribir esta carta y entonces les hubiera dicho que después de los meses fuertes en muertes violentas en nuestra zona de junio y julio, ya las cosas parecían cambiar. Llevábamos todo el mes de agosto en paz y parece que la tranquilidad había regresado a nuestros lugares del Bajo Lempa. Pero, al menos, ya es duda si es cierto.


No sé que me da escribir sobre esto, pero es lo que se encuentra en nuestro caminar diario. Existen zonas en El Salvador peor que esta, cierto, y las noticias en este mismo sentido no cesan. Según el ministro de Defensa, general Munguía, en declaraciones públicas, son unos sesenta mil (60´000) mareros los existentes en el país, de ellos unos quince mil encarcelados; cada uno de ellos busca un joven para iniciarle en la misma organización y un niño que también les sirve, al que llaman mascota; si unen miembros de estas pandillas y familiares directos y otras personas relacionadas con ellos por amistad o por lo que sea, son más de medio millón de personas salvadoreñas involucradas en directo en las maras. Nuestra población aquí es de unos siete millones de habitantes –existen otros más de tres millones fuera como migrantes, la mayoría en Estados Unidos- y eso hace que casi el 10 % de la población se encuentre metida en las maras. Y otra parte importante y más numerosa afectada por su actuar.

Para no alargar no voy a insistir más en este asunto prioritario hoy en El Salvador. Pero las preguntas salen una tras otra: ¿Por qué este fenómeno social tan extendido? ¿Por qué la violencia que los caracteriza, junto a otras formas delincuenciales como las extorsiones? ¿Por qué se incorporan sin cesar adolescentes jóvenes y hasta niñas y niños? ¿Qué medidas efectivas se pueden tomar para disminuir y si es posible hacer que desaparezca su presencia?



De hecho, y de nuestra zona del Bajo Lempa también, se está dando una migración hacia otros lugares del país de familias enteras, lo que se denomina migración interior. Pero además también una migración exterior con todas sus consecuencias familiares y productivas, educativas y otras. Y ya no sólo hacia Estados Unidos, sino hacia Panamá y Nicaragua, por este orden.

Para nosotros tiene consecuencias importantes. Ya les dije que los viajes en la zona se han restringido al mínimo, tanto de quienes vivimos aquí como de quienes llegaban de fuera por motivos comerciales, profesionales, familiares u otros. Las calles tanto de las comunidades como las que unen unos lugares con otros apenas si mantienen circulación, salvo lo estrictamente necesario.

La respuesta más solida de las familias es encerrarse en sus casas y mantener las relaciones justas por motivos de trabajo, estudios, medicina y similares. Para mí es impresionante, pues antes éramos muy comunicativos y salíamos a las calles y parques a platicar y jugar, sobre todo en las tardes y hasta en las noches, con iluminación eléctrica o sin ella.


Las actividades siguen, claro está. Este pueblo tiene la gran virtud de la paciencia, de la resistencia, de seguir adelante incluso en las peores condiciones. Yo aprendo mucho cada día y me sirve para mi inspiración personal, religiosa, cristiana, de conversión diaria. Ya les dije que considero mi situación actual como la de vivir en un monasterio abierto, en el que cumplo un servicio –o varios- con las poblaciones campesinas pobres.

Aunque deseo enviarles buenas noticias, sin embargo para nosotros, para las poblaciones campesinas del oriente del país, hay otra que nos afecta de lleno y es pésima: la sequía. Llevamos más de un mes sin lluvias y nos encontramos en lo que aquí llamamos invierno, esto es la temporada de lluvias, que en la tradición venían de mayo a noviembre, algunas muy intensas –recuerden las grandísimas inundaciones de octubre de 2011-. Esto quiere decir que las siembras de primera (1ª cosecha) se han perdido y lo peor es que no aparecen rastros de que llegarán pronto las lluvias que faltan de setiembre y octubre. Los pastos están secos casi y el ganado –vacas- casi no tiene alimento. Y esta es la base productiva de toda nuestra zona.


Es una tristeza escuchar a la gente campesina tan buena y trabajadora que no tienen para las tortillas –tortas de maíz, base alimenticia-, que los frijoles (alubias rojas) están caros porque son escasos –también base alimenticia general de estos países-. A mí me han pedido que hagamos rogativas, rezos, para que llueva, pero  trato de explicarles que todo esto es parte del cambio climático traído por el sistema económico mundial y que no tiene solución inmediata. Así que nuestra oración es la del Padrenuestro: danos hoy el alimento de cada día.
En Nueva Esperanza las cosas son algo diferentes, porque la cooperativa trabaja con criterios empresariales, digamos, y ha sembrado amplias zonas para trabajarlas con riego. Esto proporciona trabajo a mucha gente, no sólo de esta comunidad. Pero existe la dificultad grande ya que los dos riítos que tenemos en nuestras tierras también se están secando, en parte porque ya otras gentes también extraen agua de ellos y o dan más de sí, y por otros motivos anexos (no hay lluvias desde hace casi  un año). El rio Lempa, el principal del país, llega a nuestros lugares, casi en la desembocadura, como si fuera un pequeño brazo de agua, con riesgo de que se termine de secar en años venideros.

El agua potable es un problema en muchas partes de El Salvador. Nosotros tenemos un buen servicio gracias al sistema que se introdujo después de las inundaciones del huracán Mitch (1998), sobre todo por intervención de Cruz Roja española que recibió mucha colaboración –entonces- y pudo iniciar un proceso de garantías para años, aunque contó con otras colaboraciones porque el proyecto se fue agrandando según se puso en marcha en beneficio de otras poblaciones.

En relación con los/las estudiantes que utilizan el transporte escolar gratuito que mantenemos en nuestra zona y que coordino yo –hay algún otro ya funcionando aparte- les comunico que sigue vivo, con buena participación, tal vez por finalizar el curso en noviembre. Aunque han disminuido el número de alumnos y alumnas en todos los centros educativos de la zona –y en otros lugares de El Salvador- nos mantenemos bastante bien. Los tres camiones mantienen sus rutas, aunque a uno hemos recortado su trabajo. Es una lástima que el Ministerio de Educación no tenga información asequible de la situación de los centros escolares de esta parte del país. Antes de finalizar el año escolar –en octubre- haré un recuento para visualizar en parte el número de alumnos y alumnas el año próximo, que se inicia en enero.

Puedo asegurarles que es una de las señales más favorables de que este país sigue vivo y en pie, pues ver llegar a los centros de estudio nuestros –centros infantiles, escuelas y instituto- a niñas y niños, adolescentes y jóvenes para su jornada escolar compensa con creces las malas noticias que nos llegan de otras situaciones.

Con el mayor cariño Angel AQ

 
 
 

Amigo Juan Antonio:

te agradezco y te felicito por la favorable acogida que has dado a mi carta colectiva en relación a cómo vivimos aquí, en este lugarcito rural de El Salvador, llamado Bajo Lempa por situarnos en los últimos km de la desembocadura del río Lempa, principal del país. La verdad es que no pensé enviarte una carta así, pero tengo que decirte que me dio ánimo leer que estaban programando un campeonato de golf para antiguos alumnos de las UL, como la nuestra. ¿Es que –pensé- no hay otros asuntos que tratar entre antiguos alumnos, algo más sustanciosos? Y por eso te envié esa carta, de las que casi ya no escribo. Ni pensar que la publicarías así, con tan buena preparación adicional en la presentación, incluyendo fotografías que yo no envié. Muchas gracias pues, de todo corazón por hacerte eco de este mensaje.

Como ves es un texto cargado de dolor, en vez de esperanza como eran otras cartas colectivas anteriores que escribía. No sé si la leerán alguno de los que transitaron por aquellas aulas y pasillos y dormitorios y comedor, pero si lo hacen al menos sabrán que un compañero de ellos lleva una ruta en la vida escogida al lado de las y los necesitados de este mundo, de los y las pobres, de quienes tanto se aprende. Y en el caso mío, entre quienes encuentro al mismísimo Dios de Jesús, por el que dejé familia y todas las cosas, incluyendo una importante beca lograda en mis años de bachillerato para estudios universitarios en física atómica –hoy física nuclear- que tanto me apasionaban. Un abrazo, Juan Antonio, y mi testimonio agradecido de apoyo y amistad hacia tu labor y persona.

Angel Arnaiz Quintana, exULC de Góngora, años 1961-1964, años de promesas y logros cumplidos

 
 

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