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En este día 8 de diciembre, de la Inmaculada, he escrito unas líneas recogiendo un momento crucial de mi vida: el momento en que yo le pedí a mi buen Dios que me llevara con El de una manera como más directa, que pudiera dedicar mi vida a vivir en su cercanía con la mayor dedicación posible. Una oración juvenil, sentida, sincera, sencilla, honda, verdadera. Tenía yo entonces 17 años. Esta oración cumple hoy 50 años. Y aquí estoy, con ustedes, mis amigos y amigas, en ese caminar de la vida. Esto mismo: “Aquí estoy con ustedes 50 años después” se lo dije también a quienes participaban de la celebración religiosa, cristiana, de este día en la comunidad Nueva Esperanza, una comunidad campesina al sur de El Salvador, cerquita de la costa del Pacífico, por la desembocadura del río Lempa, en la que tengo mi casita y donde habito la mayor parte de la semana. Y allí expresaba yo mi deseo de dedicar mi vida a alguien que se había presentado, se había cruzado, más bien, se había topado conmigo, no me había dejado seguir como venía. ¿Quién podrá resistir tu presencia, deslumbrante y amorosa, sin ser transformado? ¿Quién podrá seguir su vida sin cambiarla de rumbo tras ese encuentro vivo, insuperable, irresistible, contigo, nuestro Creador y dador de vida en cada instante? ¿Acaso el fuego llega a la leña y esta sigue siendo la misma que antes de llegar? ¿Acaso llueve y la tierra no se empapa de agua y modifica sus características? ¿Acaso el aire no mueve las hojas de los árboles y hasta las arranca y las voltea cuando sopla con fuerza? ¿Y qué podría hacer yo, pobrecilla partícula de este universo cuando el sol de tu presencia me inunda hasta los tuétanos, hasta el ADN, hasta la última neurona de mi cerebro? En realidad, lo que yo celebro todos los años es mi llegada al convento dominico de Caleruega (Burgos), el 15 de octubre de 1964, día de la gran Teresa de Jesús, a las 4 de la tarde, tras el viaje en autobús desde la ciudad de mis padres. Llamé a su puerta, que abrió un hermano dedicado a la portería. Dos horas después comenzaba una especie de retiro para la toma de hábito y comienzo del noviciado diez días después. Y aquí sigo, como les decía antes, feliz y dispuesto a seguir mientras mis fuerzas biológicas y mentales lo permitan. Con ocasión de este aniversario tan especial deseo comunicarles lo siguiente:
Vuestro amigo Angel Arnaiz Quintana |
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