Actualizada el Martes, 24 Septiembre, 2013 18:22
   

 

Ahora son las once menos cinco de la noche.
Hoy es 23 de Septiembre de 2013. Recuerdo este mismo momento de hace algún tiempo, de hace….38 años.

Era martes en vez de lunes como ahora, pero el marco climático y estacional era el mismo…quizás un poco más fresco…no sé, quizás el fresco lo proporcionaba ese frío entre los huesos que se nos había calado a los tres marmolejeños que abandonábamos la camada tibia y protegida donde habíamos vivido hasta ahora para adentrarnos en la aventura de la vida, esa aventura que no tiene vuelta atrás, que constituye el río heraclitiano de nuestra existencia.

Esa fecha, ese momento, fue un hito en nuestra peripecia vital. Los hitos son mojones en el camino de la vida, son piedras indicativas de que se acaba el camino, de que tuerce por algún lado, que se bifurca, o que se trifurca…

Los hitos existenciales, esos que marcan el camino de nuestra vida, son siempre rotundos, y además son siempre escuetos. Suelen ser hechos nimios desde el punto de vista temporal, pero con gran trascendencia en lo posterior.

Son hitos porque son puntos de inflexión, son coordenadas a tener en cuenta, y son episódicos y rotundos como suelen ser las despedidas, como suelen ser los besos o como suelen ser los disparos.

Y algo de todo eso tuvo lugar en fecha 23 de Septiembre de 1975, en que la expedición rumbo a la Universidad Laboral de Córdoba procedente de Úbeda-Baeza, recogió en Andújar, a las 21:00 horas, entre otros, a los representantes de Marmolejo, entre los cuales me encontraba yo.



Y tuvo mucho de despedida porque los últimos besos a los padres (a los hermanos y al resto de la familia se habían dado anteriormente en el pueblo) tuvo un regusto de sentencia, de exilio, de punto de inflexión que no tiene vuelta atrás…

Y tuvo mucho de besos porque aquellos que se dieron tenían un no sé qué que no habría de reproducirse jamás, porque los que se dieron después siempre llevaban un punto de algo que antes no existía. Aquellos besos urgentes dados al lado del run-run del autobús a punto de partir fueron los últimos de una larga serie de besos dados al dar los buenos días por la mañana, al despedirse para irse al colegio, al recibir el regalo en el día del cumpleaños, besos cándidos, pueriles, ahítos de pueblo e inocencia…de esos ya no se darían más.

Y algo tuvo de disparo porque cercenó una etapa, porque mató una forma de inocencia, porque su estruendo inició la carrera de una vida, una parábola vital que ya no podría volver nunca a su punto inicial.

Y así fuimos catapultados tres niños de Marmolejo, de 14 años, hacia la vida, a través de la noche del equinoccio de otoño, con una beca de estudios en la Universidad Laboral de Córdoba. Alfonso Reca Barea, el más vital de todos, acabó su vida por su propia mano hace algunos años…cosas del destino y de las parcas, que hilan y cortan según arcanos saberes. Antonio Vicente Lozano Peña andará muy ocupado en estos días para entretenerse en efemérides del pasado: la jueza Alaya le ha señalado una fianza de 46 millones de euros por no sé qué actuación en el asunto de los ERES de Andalucía.

Sin embargo yo, Antonio Miguel Torralbo Palomares, licenciado en Derecho al servicio de la Junta de Andalucía, funcionario ya para viejo, me tomo el tiempo necesario y suficiente para ofrecer un saludo reverencial al hado, al destino, y recordar que hace mucho tiempo, a la anochecida de un 23 de Septiembre de 1975, con la retina acuosa y un nudo en la garganta, tres cachorros de hombre abandonamos la camada caliente, confortable y protectora, para empezar a tejer los hilos, para comenzar a elaborar la urdimbre necesaria y laboriosa del tejido de nuestra vida.

 

 

El contenido de esta página requiere una versión más reciente de Adobe Flash Player.

Obtener Adobe Flash Player