ANTONIO TORRES SIERRA, OTRO ADIOS.

Con seis o siete años ya compartíamos pupitre en una fría escuela de Alquife (Granada).

Jugábamos en los recreos y compartíamos todo lo que se podía compartir en esos tiempos.
Al poco nos separamos; yo empecé bachiller y él permaneció en la escuela hasta los catorce.

Fue en 1.970 cuando nos becaron para ir a la Laboral de Córdoba. De nuevo juntos.

Terminamos oficialía, diecisiete años.

Buscó novia, Katy, por El Brillante.

Aguantó toda la oficialía por ella y por ella permaneció en Córdoba toda su vida formando una familia.

Terminó oficialía y se fue a la mili como voluntario, para elegir cuartel. Evidentemente eligió uno que había por El Brillante, que tenía tanques.

Desde la ventana de su novia se veía su puesto de guardia. Alguna vez lo visitamos estando de guardia.

Como no era muy brillante en los estudios, todos los veranos le quedaba alguna, sobretodo matemáticas.

Nos pasábamos juntos todo el verano; yo le daba clases y él a cambio me ayudaba a hacer todas las tareas que me encargaba mi padre.

Tenemos mil anécdotas, de las más extrañas. Éramos muy complementarios, él ponía la fuerza y yo “las ideas”.

Unas salían y otras no, pero no parábamos de inventar.

Nuestro punto de unión eran las fiestas de nuestro pueblo que por primavera, casi todos los años nos veíamos.

Nos gustaba Málaga a mí y Córdoba a él, pero ese encuentro anual era lo que nos mantenía en contacto.

La última vez que le vi fue en el I Encuentro de la Laboral. Después nos hemos llamado por teléfono y la verdad es que los últimos años de su vida fueron especialmente tristes: Desde una separación anunciada hasta una enfermedad rápida que pudo ser transitoria y se convirtió en final.

Era amigo de sus amigos. Yo lo he sentido mucho.

En tu honor y memoria, que descanses en paz.

M. Porcel 24-02-2009